lunes, 28 de diciembre de 2009

Pinceladas de...


Recuerdo que cuando era un niño siempre me llevaban a pasear para buscar al viejito pascuero, antes de que fueran las doce de la noche, y siempre me sorprendía al volver a la casa y ver el árbol rodeado de paquetes envueltos en papel llamativo…

Hasta que un día, cuando comencé a crecer, y poco a poco le pregunté a mis padres

¿Qué se celebra en navidad?
¿Por qué se arma el arbolito de pascua para navidad?
¿Por qué la gente está tan nerviosa comprando regalos en las calles?


También recuerdo que cuando niño salía a buscar los huevitos de chocolate, cuando era semana santa.

Hasta que un día le pregunté a mis padres

¿Por qué salimos a buscar huevitos de chocolate?
¿Por qué no se puede comer carne en semana santa?




Hasta el día de hoy veo gente desesperada en las calles por comprar, comprar y sólo comprar

Hasta el día de hoy veo gente que hace muchas cosas solo porque los demás también lo hacen

Y hasta el día de hoy escucho a la gente llamar "tradición" a muchas de estas cosas

… Y hasta el día de hoy espero las respuestas para esas preguntas que me hacía cuando niño…


Y hoy me pregunto

¿Qué es tradición?

martes, 13 de octubre de 2009

Obra...


Alma atada a la cumbre envuelta en nubes verdes y cielos azules, que cada día es bañada en la fuente dorada para ser secada con las mantas oscuras y luces blancas. Sólo unas pocas almas se dejan encadenar a tal escena monótona y eterna cuya oferta no va más allá del suave descanso y la amable compañía del silencio.

Deslizarse entremedio de estas escenas conlleva inequívocamente a pretender dormirse entre sus hilos conductores, dejando que aquellas manos invisibles dispongan del paso del tiempo y de las melodías que suenan en aquellos compases verdes y danzantes sobre aquellos atriles de madera y resina. Aquel tronar sólo nos incita a cerrar los ojos y dejar que la escena de piso verde y húmedo siga su curso apacible y adictivo.

Es en medio de los actos en que uno se da cuenta “ha valido la pena el viaje y el pago de una entrada a esta obra maestra” compuesta por el más tímido de los grandes creadores que se esconde temeroso ante el aplauso del público embelesado con sus notas. La obra termina, ha llegado el momento de volver a la realidad.

Oír tal belleza significa irrevocablemente alejarse de los ruidos del diario vivir, de la gente sosa y normal que va por la vida exigida por su dureza, ignorante de esas obras y deseosas de buscar la magnificencia en lugares en donde no la hay. Dejarse abrazar por las melodías obliga a olvidarse de los individuos que buscan la diversión como un tigre persigue a su presa deseoso de satisfacer su hambre.

Oír tal belleza significa ineludiblemente regresar a la realidad y sentir que se encuentra ante un mundo desconocido, ante personas desconocidas que viven y disfrutan de obras diferentes a esta composión.





...vmbra...

martes, 28 de julio de 2009

Almapetra

Hace ya varios minutos que la incertidumbre me dominaba al verme rodeado sólo de nieve, por un momento pensé que me había perdido en medio de este furioso y sorpresivo viento blanco, en realidad hace bastante tiempo que no ocurría uno así. Debo agradecerle a ese viejo árbol con forma de garfio que me esperaba para darme una buena noticia: estaba cerca de casa.

Cada vez que avanzo por aquellas pequeñas piedras que forman la entrada de mi casa recuerdo el día en que las empotré al suelo, una por una, como si fuese enterrando cada recuerdo del pasado, como si fueran cubriéndose lentamente de nieve invernal y eterna. Sin embargo temo algún día olvidar por qué estoy rodeado de este blanquecino paisaje. Trato de mantener a raya todas aquellas cosas que han hecho que tenga que usar abrigos muy gruesos y pasamontañas, tratando de que no me consuman durante todo el día y que también me recuerden que debo soportar el frío petrificante de estos lugares.

Cada vez que piso aquellas piedras siento como si pisoteara aquel pasado, como si quisiera darle poca importancia a todas aquellas ocasiones en las que me sentí derribado, derrumbado, abrumado o sobrepasado por algunas cosas. Siento que cada piedra es una frustración del pasado que pisoteo y dejo libre, y así logro mantener ese equilibrio tan frágil entre olvidar… pero tampoco no olvidar.

Cada vez que cae la nieve siento que dejo de lado todos aquellos recuerdos de cuando me sentía vulnerable, débil e incapaz de resistir los golpes de la vida. Siento como si quedaran sepultados bajo esa fría y eterna nieve. Recuerdos de aquellas veces en que lentamente aquellas heridas de mi alma cicatrizaban y se convertían en impenetrables cicatrices de piedra, que lentamente fueron convirtiéndome en alguien capaz de resistir cualquier ataque o intentona de doblegarme, de hacerme sentir vulnerable, incapaz de enfrentar lo que sea.

Probablemente ahora seré capaz de soportar cualquier intento de alguien de hacerme daño, de quebrar esta alma de piedra llena de cicatrices, que antes fue vulnerable y que ahora se ha endurecido a golpes.

Pero…

domingo, 5 de julio de 2009

en construcción... (?)


Recordando hacia atrás, mirando todo ya con algo más de calma desde una soledad tanto física como del pensamiento, aportada por un silencio que ayuda a concentrarse en sólo un objeto, un momento o un recuerdo.

Dualidad... A veces nos sorprendemos con sólo un objeto, momento o recuerdo, que a veces es capaz de sacarnos una sonrisa, pero que otras veces nos adentra en la más profunda de las tristezas, como si hubiese algo, algo que desconocemos, algo que no somos capaces de controlar, que a veces nos hace sentirnos alegres, y en otras nos hace sentirnos melancólicos. Quizá, en realidad no existe nada que nos ponga completamente alegres o completamente tristes...

Un pequeño vaso de licor a veces nos ayuda a exteriorizarnos (y vaya que lo hace) pero más allá de aquellas situaciones jocosas para algunos o vergonzosas para otros, quizá de vez en cuando nos sirve para poder plasmar a través de una pluma aquello que a veces no sabemos o no podemos sacar más allá de nuestra piel

Bueno... un vaso de licor ayuda a exteriorizarnos... pero hasta este momento he exteriorizado sólo cosas inconexas que parecieran apuntar a diferentes direcciones.

Dualidad...Recuerdos... en realidad hable de licor y ni siquiera he bebido una gota, bueno...en las últimas tres horas, aunque un mango sour no hace ningún efecto...

Ya, vuelvo a lo que me convoca... dualidad... recuerdos... había pensado en otra palabra... no, ahora me acordé... no era una palabra... eran dos.

Quizá aquellos recuerdos duales, u objetos o momentos duales, aquellos que a veces nos dan alegrías y en otras nos dan penas, nos hagan ver que la vida es como una montaña rusa, una montaña rusa que oscila entre las alegrías y las tristezas. Todas las montañas rusas oscilan, no hay ninguna que sea plana. Quizá eso signifique que nosotros somos ese carro de montaña que en algún momento estemos en lo más alto de una alegría y en otros momentos en lo más bajo de una tristeza.

Quizá hasta ahora he buscado estar en lo más alto de una montaña, pero no había riel que llegara tan alto

Espero que alguien entienda esta verborrea de tonteras...

vmbra

sábado, 2 de mayo de 2009

Aquello que Guardamos...


Por alguna razón siempre me ha gustado más el invierno que el verano… será porque soporto más el crudo frío del invierno que el insoportable calor del verano. Y será por alguna razón que prefiero los paisajes interiores que los costeros, quizá porque en las playas siempre hay mucha gente y no me gustan los tumultos (aunque estemos en invierno) o porque los paisajes interiores son más calmos que el mar.

Justo en este momento estoy sentado frente a un paisaje interior, en pleno invierno. No llueve, pero por lo menos hay algo de frío para abrigarse un poco. Es un día ideal, el primero en estos en que estoy acá, para dejar que nuestras mentes puedan dejar fluir todas aquellas cosas y pensamientos que necesitamos dejar ir.

De vez en cuando es necesario dejar ir algunos pensamientos, en especial aquellos que nos ahogan. Resulta peor si hacemos como si no existieran, pues tarde o temprano se apoderarán de nosotros. Y a veces necesitamos un apoyo para hacerlo, como ocurre en este momento…

Ella se sentó en aquella roca, cercana a la en que estaba sentada yo. Al parecer tenía mucho frío por toda la ropa que llevaba puesta, desde guantes hasta botas, y un gorro.

- ¿En qué piensas?- me preguntó mientras yo miraba al fondo del paisaje, donde un estratovolcán emergía como un dios que dominara estas tierras, imponiéndose soberbio y majestuoso sobre el verde paisaje.
- No pude dormir en toda la noche- dije con voz fatigada.

Ella mostró un rostro de preocupación, pero sin dejar de tener siempre ese aire de amabilidad y de atención.

- ¿Por qué? ¿Te sentías mal?
- No… tuve una pesadilla… y después no pude seguir durmiendo.

Ella se levantó de donde estaba sentada, para sentarse al lado mío y capear en algo el frío que sentía.

- Debió ser muy horrible, para que no pudieras seguir durmiendo… -

Se detuvo para ver mi rostro de agobio… Vaciló algo antes de volver a hablar.

- ¿Tuvo que ver… con lo que haces? – dijo con algo de vacilación.

Por alguna razón siempre parecía saber lo que estaba pensando o viviendo. Aquella pregunta, aún así, me sorprendió. De cierto modo, sentí que era necesario revelar aquella tribulación.

- … Fue algo que ocurrió hace varios años ya, cuando recién había entrado a la organización… llevaba un par de meses desde que había salido de la academia y tuve que estar en una situación difícil…

Trataba de mantenerme calmo, no era algo que hablara frecuentemente, para evitar esa cascada de emociones que iban ligadas a aquel recuerdo.

- Estábamos rodeando un restaurante… donde habían tomado muchos rehenes. Me había tocado estar en el grupo que iba a entrar al rescate…
- … ¿Y que ocurrió allí?

Demoré el seguir con mi relato.

- Yo era el que estaba al frente, y el resto estaba detrás de mí. siguiéndome…

Aquellas emociones que quería evitar comenzaba a aflorar por todos lados.

- … Y, cuando entramos, los secuestradores se habían ido… - en aquel momento no pude seguir, ya sentía un enorme nudo en la garganta. Ella puso su mano sobre mi hombro, ayudándome a descansar algo. - … cuando entramos… todos los rehenes estaban quemándose vivos, los secuestradores habían huido y les habian prendido fuego.

Ella miraba con espanto mientras oía mi relato. Yo apenas continuaba mi relato.

- … Hasta hoy recuerdo sus gritos de dolor, de espanto. Podía ver como sus ropas se iban calcinando lentamente, como sus rostros de horror se iban cubriendo con el fuego…

Me costaba hablar, mis energías estaban más puestas en tratar de mantenerme calmado y con la mente despejada, pero en esos momentos me era muy difícil. Creo que era la primera vez que hablaba de esto con alguien…

- Nunca te había visto así… - dijo tratando de entender lo que sentía- siempre te veo distante, fuerte, como si nada te afectara – me decía mientras me ayudaba a tratar de calmarme – mejor no sigas contando todo eso, no te hace bien… - me decía.

Hace mucho tiempo que no hablaba así, con sinceridad. Creo que de vez en cuando es necesario dejar salir algunas cosas antes de que ellas no lo dejen salir a uno... Pero aún así.

- A veces me gustaría no haber elegido entrar a eso… las cosas que he vivido ahí, las cosas que he tenido que hacer… todas esas cosas. No sé si algún día sea capaz de resistir todo eso. Mejor hubiese elegido algo menos difícil, pero ya el tiempo no puede retrocederse, por más que a veces lo desee con toda mi fuerza.

Ella tomó mi mano, creo que con la intención de aliviar en algo mi agobio… y en algo lo hacía.

- Quizá ya no debas pensar en haber elegido otra cosa, porque ahí más angustia sentirás. Creo que, aún así, deberías hacer más seguido esto de dejar salir aquello que te persigue… porque reprimir todo aquello tarde o temprano te hará mucho daño

De alguna forma, siempre tomaba muy en cuenta sus palabras. Ella parecía poseer una sabiduría especial, la única que quizá podía ayudarme en algo. A pesar de que en algún momento había pensado lo mismo, cuando ella lo dijo pareció cobrar más fuerza.

- Lo sé… pero - dije para poder seguir de inmediato- …

No pude seguir, tuve que detenerme de nuevo para poder tranquilizarme.

- Toma todo el tiempo que necesites- decía comprendiéndome.

Le hice caso, y me tomé todo el tiempo necesario

- … Yo también he hecho cosas horribles… he matado a muchas personas, torturado a mucha más. He hecho sufrir a mucha gente con cosas indecibles, cosas muy siniestras… sé que eran personas malas, pero a veces no se sí eso pueda justificar todas las atrocidades que he cometido., todo el dolor que he causado. Además, muchos compañeros han perdido la vida en esto haciendo lo mismo.

Ella pareció agachar la cabeza un rato, pero después volvió a erguirla con una mirada especial. Pasó su mano sobre mi frente para arreglar mi pelo, en todo este rato lo había despeinado varias veces por la angustia.

- Has hecho muchas cosas. Matado, torturado, todas esas cosas horribles, y has visto morir a tus compañeros. Son cosas horribles, pero no las has hecho porque así lo quisiste o porque lo disfrutabas haciendo…

Sus palabras de alguna forma consolaban mi desazón. Esperaba que fuera algo más dura, pero su suavidad a ratos me sorprendía.

- … Todas aquellas cosas las hiciste porque no tenías otra opción. Tu trabajo consiste en salvar vidas… y a veces para lograr eso, debes hacer esas cosas. Piensa en qué hubiese pasado si no hubieses hecho todo lo que hiciste.

Durante algunos segundos lo pensé. Y de verdad que no había hecho eso antes, no había pensado en lo distintas que serían las cosas.

- Si no hubieses hecho esas cosas, quizá mucha más gente estaría sufriendo ahora.
- Lo sé… se que quizá las cosas serían distintas… pero para mí.

Seguí unos segundos después.

- Para hacer esto, debí renunciar a todas las cosas que una persona normal tiene. A socializar, a formar vínculos, relaciones afectivas, todo eso, porque no sólo ponía en peligro las misiones, sino que a todas aquellas personas con las que me relacionaría. No sé qué hay que ser para estar dispuesto a renunciar a todo eso.

Ella pensó durante unos segundos.

- Me imagino que sería muy duro renunciar a todo eso, yo no sería capaz de soportarlo… pero las personas, este mundo, necesita de gente que pueda cuidarlos de gente mala. Yo no hubiese podido, pero tú hasta ahora lo has logrado. Gracias a ti mucha gente se ha salvado de muchas cosas. Ojala que no hubiese gente mala, pero por desgracia la hay, y la gente necesita que las protejan de eso… y tú has protegido a la gente todo el tiempo. Quizá renunciaste a todo lo otro, pero gracias a ti, gracias a la gente que es como tú, el resto de las personas puede disfrutar de todo aquello- dijo mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.

Sentí algo más de alivio en aquel momento.

- Si no existiese gente que se dedica a lo que tú haces… quizá hoy no estaríamos juntos hablando aquí- dijo de improviso.
- ¿Cómo?- quedé sorprendido con esa declaración.
- Hace algunos años yo estuve cerca de donde unos sujetos iban a hacer algo malo. Pero antes de que lo hicieran, los pudieron detener, y gracias a eso nadie salió lastimado. Después supe que iban a hacer estallar unas bombas con clavos en el centro de la ciudad
- ¿De verdad estuviste ahí?- pregunté sorprendido.
- Sí, quizá si ellos hubieran detonado sus bombas, hoy no estaría aquí… ¿Acaso tú lograste impedir eso?

Mi mente comenzó a escudriñar entre los recuerdos.

- Yo obtuve la información de ese ataque- dije sorprendido.
- ¿Ves?- dijo alegremente- me salvaste la vida. Gracias a ti estamos hablando hoy de todo eso- dijo mientras me abrazaba.

Una suave pero fuerte sonrisa apareció en mi rostro, como no lo hacía hace mucho tiempo. Por primera vez en mucho tiempo pude darme cuenta de que a veces estamos obligados a hacer cosas malas para ayudar a otras personas.

- Gracias- le dije, respondiendo a su abrazo, y con una pequeña lágrima aflorando.




... Vmbra...

domingo, 5 de abril de 2009


"Lo que hagamos en vida, tendrá eco en la eternidad"

domingo, 22 de marzo de 2009

La Última Palabra...


La noche cae lenta e ineludible ante los ojos de todos los presentes en aquel lugar. A lo lejos, pequeños incendios se manifiestan en diversos lugares de aquel complejo de edificios que comienzan a teñirse de color noche, mientras los prados internos lentamente empiezan a perder el brillo del día. No hay estrellas que impacientes enciendan su luz, en su lugar hay oscuras y tenebrosas nubes que auguran un inminente temporal, el cual ya lentamente deja caer sus primeras gotas, que llegan purificadoras luego de un funesto y largo día teñido de fuego y muerte.

A las afueras de una puerta de madera y bajo un pequeño cobertizo hay unos individuos, sus ojos reflejan cansancio, deseosos de poder tenderse sobre sus colchones y olvidar lo que han vivido; excepto uno, quien ya no tendrá la oportunidad de olvidar, y no tendrá la oportunidad de tenderse sobre su cama una vez más. Su expresión refleja una resignación que no todos podrían construir y que ha podido elaborar gracias a su constante enfrentamiento ante este fin de oportunidades. Sabía que el debería sacrificar sus oportunidades, para permitirle al resto conservar las suyas. Mientras los observaba a cada uno de ellos, él esbozó una pequeña sonrisa.

- Creo que ha llegado la hora de despedirnos- dijo con voz baja, mientras los demás lo observaban con tristeza.

Cada uno de ellos se despidió de él, deseándole suerte en su campaña, y agradeciéndole a él ese gesto, que a pesar de que él era el único capaz de hacerlo, era digno de conservar en el recuerdo. Sin embargo, él se detuvo ante ella, la última de todos los demás. Mantenía la cabeza gacha, tratando de calmarse y tratando de evitar nuevas angustias… pero era inevitable.

Él se paró frente a ella, y con su mano le tomó el mentón, levantándole la cabeza lentamente, pero ella mantenía la mirada hacia abajo.

- ¿No vas a decir nada?- dijo él.

Ella no respondió. Sus brazos estaban entrecruzados y su nerviosismo era progresivo como la lluvia, que lentamente se dejaba caer con toda su furia y su cruel sentido de la ironía.

- Oye- dijo con voz baja y acercándose a su rostro – Quizá no quieras decir nada, pero por lo menos podrías mirar.

Ella pareció dudar, pero luego de unos segundos lentamente comenzó a elevar la mirada hasta encontrar la de él. Aunque sabía que se encontraría con una mirada de negación, él no pudo evitar sentir una enorme frustración y pena. Por su mente pasaron todas aquellas cosas que en el pasado no hizo y que no pudo hacer. Todas aquellas cosas que debió dejar de hacer y todas aquellas cosas de las cuales debía privarse. Imaginó lo que hubiese pasado si las cosas fueran distintas y por un momento su mente se liberó de las tristezas, imaginó una oportunidad de olvidar este día y de poder disfrutar de las cosas que todo el mundo disfruta. Pero esas tristezas volvieron a inundar su corazón cuando volvió a ver aquella mirada llena de angustia y al borde de las lágrimas.

- A mí también me hubiese gustado que todo fuese distinto – dijo en voz baja-… que no hubiese tenido que esperar a este día, menos que hubiese existido. Pero ya no hay algo que podamos hacer...

Se detuvo un momento.

- … de verdad me hubiese gustado estar contigo… - dijo mientras volvía a acariciarle el mentón.

Ella no respondió. Volvió a agachar la cabeza y se veía cada vez más tensa mientras la lluvia se convertía en diluvio. Él pensó que no haría nada y que se quedaría quieta del nerviosismo. En el fondo esperaba que ella pudiera sonreír algo a pesar de su dolor.

- Sé que…

Su voz se vio ahogada con aquel repentino quiebre, ella se abalanzó sobre él abrazándolo con fuerza. Él también la abrazó con fuerza, dejando que ella apoyara su rostro contra su pecho. De pronto él se dio cuenta de que su ropa se mojaba con algo que no eran gotas de lluvia.

- Abrázame- susurró ella con la voz quebrada, mientras buscaba refugiarse en el sobretodo de él por culpa del incipiente frío.

Una extraña paz invadió el alma de él.

- No tienes que hacer esto- Dijo ella rogándole que se detuviera.

Aquella paz desapareció en él. Sus ojos lentamente se volvieron brillantes y colorados mientras besaba y acariciaba su pelo.

- Alguien tiene que hacerlo- dijo con amargura.
- ¡Que lo hagan los refuerzos que dijiste que vienen!- dijo exclamando- ya has hecho mucho, no tienes que hacerlo ¡No!

Una lágrima cayo en el cabello de ella, mientras él trataba de hablar sin que su voz se apagara.

- No llegarán a tiempo… están muy lejos, y si yo no soy el que los detiene… mucha gente sufrirá- dijo mientras cerraba los ojos y la abrazaba con toda su fuerza, tratando de que ella se calmara.
- No lo hagas por favor… te necesito- dijo ella sollozando, con la angustia desbordándola.

Aquellas palabras fueron duros golpes en su alma. En aquel momento deseó con toda su alma poder cumplir con el anhelo de ella, pero la realidad estaba tan patente en él que aquella ilusión duró muy poco.

- Te amo- fue lo único que atinó a decir en ese momento, antes de que ella tomara su rostro con ambas manos. Pudieron verse mutuamente, ambos, con los ojos rojos e inyectados de lágrimas, antes de que volvieran a cerrarlos esta vez de más cerca y unidos en un beso.

La lluvia se convertía en tormenta, una puesta escénica digna de un final despiadadamente real. Los truenos parecían contrastar con el deseo de ambos y la oscuridad de la noche era total. Los demás parecían compartir esa angustia al ver ese desenlace que nadie hubiese querido vivir ni desear para alguien.

Ella volvió a apoyar su cabeza contra el pecho de él, el único lugar donde podía esconderse del frío del ambiente.

- ¿Por qué tuvo que pasar esto?- decía ya más calmada, pero con la voz débil del sufrimiento.

Él trató de decir algo que la reconfortara.

- Quizá… si no hubiese sido así, nunca te habría dicho todo lo que siento, y me hubiese llevado todo en el silencio- dijo con la esperanza de que fuera la respuesta correcta.

De pronto una explosión lejana pareció despertarlo. Ya era hora. Él deseó que ese momento nunca llegara, pero las campanas de fuego ya habían sonado, era el momento de aquella despedida.

- Debo irme… - dijo con un nudo en la garganta. Apenas dejó de pronunciar esa última palabra sintió como ella aplicaba más fuerza en retenerlo.
- No lo hagas… por favor, no vayas- rogaba ella, evitando que se soltara.

La tensión nuevamente subió en todos los presentes. Los relámpagos eran cada vez más frecuentes y las gotas de lluvia se volvían pesadas y hacían gran ruido en el techo del cobertizo. Ya la oscuridad de la noche era total y sólo una tenue luz de ampolleta iluminaba el ambiente, dándole un toque sombrío y funerario.

Él dejó de abrazarla y tomó el rostro de ella con ambas manos y limpiándole sus lágrimas.

- Cuídate mucho- le dijo en voz baja antes de darle un último beso. Ella no quería dejar de abrazarlo.
- No lo hagas, por favor… no lo hagas- le rogaba ella desesperadamente, tratando de evitar que se fuera- ¡Tiene que haber otra solución! ¡Tiene que haberla!

La tormenta le daba un realce a ratos espeluznante a las escenas dramáticas que se vivían bajo el cobertizo. Ella no quería aceptar que ya no había más opción, que él tenía que permitirle a ella y a los demás que pudieran tener nuevas oportunidades, a cambio de que él perdiera las suyas.

Volvieron a abrazarse, esta vez con más ahínco.

- Fui una tonta… perdóname.

Él se extrañó con sus palabras, esperaba que dijera frases que le rogaran no cumplir con su destino, pero se encontró con algo inesperado.

- ¿P… por qué?- preguntó intrigado.

Ella apoyó sus manos sobre el pecho de él.

- Porque en todo este tiempo, no quise reconocer esto… tenía miedo, no sé a que… pero la sola idea de aceptarlo me asustaba… quizá, si no hubiese tenido tanto miedo, todo habría sido mejor- dijo con mucha dificultad, entre sollozos.

En aquel momento volvieron a fluir ideas sobre un desenlace alternativo al real, en donde nadie tuviese que terminar en aquel momento, en donde la despedida de aquel día no fuera entre lágrimas sino entre sonrisas. Nuevamente una pequeña explosión aterrizó a ambos.

- Ya no importa eso… por más que queramos, no podremos volver sobre nuestros pasos. Ya no pienses en lo que pudiste haber hecho, porque más mal te sentirás- le decía el acariciándole su cabello.

Nuevamente dejó de abrazarla… y ella sintió que una oleada de resignación le invadía su cuerpo.

- Esto lo hago por todos ustedes… y por ti.

Un último beso, dentro de muchos.

- Te amo- dijo ella con voz ya débil, recibiendo la misma respuesta de él…
- Adiós- fue la última palabra.

Lentamente el se dio vuelta y enfiló hacia su destino, mientras ella era contenida por los demás en un intento desesperado por impedir el desenlace inminente, pero él ya había partido, desapareciendo poco a poco de la mirada de todos, y de ella, que estalló en llanto ante una furibunda tormenta.

A lo lejos, él dejaba caer sus últimas lágrimas, que se confundían con las gotas de lluvia que mojaban todas sus ropas, mientras cargaba la única arma que llevaba… aquella que sería la salvación de los demás, y el final de él.







... Vmbra...

miércoles, 11 de marzo de 2009

El Árbol de la Soledad...




Afortunadamente aquel árbol daba suficiente sombra cuando el sol comenzaba a ocultarse en el poniente, aunque igual debía recostarme sobre el tronco del otro lado. Este árbol era enorme, con un tronco de unos dos metros de ancho, que por si sólo daba harta sombra.

Sin embargo caí en la cuenta de que no sabía por qué estaba recostado ahí, tan lejos de la cabaña. Mi instinto me había llevado de forma inconsciente hasta ese lugar, quizá porque ya antes había nombrado a ese árbol “el árbol de la soledad” pues era el único que había en varios metros a la redonda. Ya llevaba varios minutos ahí cuando me di cuenta de todo, antes de que un ruidoso visitante interrumpiera aquel momento de soledad.

- ¿Qué haces aquí?- me preguntó con un tono de voz muy familiar, extrañado.

Me di vuelta y con sorpresa me di cuenta de que tenía mi rostro, pero estaba vestido totalmente de negro.

- ¿Y te sorprendes? Recién te diste cuenta de que estabas en este lugar y ahora te sorprendes cuando hablas contigo mismo- dijo con firmeza.
- ¿Conmigo mismo? – pregunté absurdamente.
- No, con tu hermana… idiota- me reclamó con sarcasmo.

Su tono de voz me hizo despertar un poco.

- En todo caso, no se porque hablo en voz alta, si sólo eres parte de mi imaginación… a lo más falta que aparezca otro como yo pero vestido de blanco completo.
- Solo tienes que imaginarlo, pero como esto no es una caricatura del bien y el mal… sino yo tendría cachos, cola de flecha y un tridente, además de estar de rojo.

Sus palabras cobraron una racionalidad abrumante en mi mente.

- Lo sé. No estoy pensando sobre el bien y el mal, ya pensé suficiente sobre eso- dije con voz más relajada, como acostumbrándome a la situación.
- ¿Y entonces? ¿Podrías decirme por qué estoy acá en este árbol en vez de estar dentro de tu cerebro?- dijo con impaciencia.
- Necesito hablar conmigo mismo.
- “Necesito hablar conmigo mismo” – respondió burlescamente-… OBVIO QUE TIENES QUE HABLAR CONMIGO MISMO, sino no estaría aquí… sé más específico- me recriminó impacientemente.

Dudé en responder, me tomé unos segundos.

- Porque a veces me cuestiono algunas decisiones que he tomado- dije lo más secamente posible.
- Aldous Huxley dice que el remordimiento es el peor sentimiento existente, pues no puedes echar pie atrás.
- No me digas esa frase, la recuerdo perfectamente.
- ¿Y qué decisiones estás cuestionándote?
- Sabes perfectamente a cuál me refiero.

Él se tomó la cabeza con ambas manos, como quejándose. Mientras se sentaba el lado mío.

- No me digas que de nuevo estás con esa estupidez… ¿No que ese tema ya lo habías cerrado?
- Claro que lo cerré, de hecho sigue cerrado… pero aún así no dejo de cuestionar esa decisión.
- Perrito- dijo con confianza- sabes perfectamente por qué tomaste ese camino. Tu mismo te topaste con ese tremendo letrero en el otro camino que decía “NO PASAR” y que por eso tomaste esta vía.
- Lo sé… se que elegí la soledad porque la compañía me genera un enorme rechazo. Que elegí la soledad porque cada vez que entraba a un carrete, el escuchar la música fuerte era como si un tipo me pegara en la cabeza con un tremendo mazo- le respondí mientras el sol comenzaba a esconderse.
- ¿Y entonces? ¿Cuál es el problema?
- Que las personas solas, drogadictas y misantrópicas deberían morir en accidentes de bus, y los jóvenes benefactores enamorados que son arrastrados fuera de su departamento en el medio de la noche, deben caminar limpios. – dije casi mecánicamente.

Él agachó la cabeza moviéndola hacia los lados.

- Ya no seas estúpido, no me vengas con frases copiadas.
- Lo sé – dije riendo malévolamente- pero aunque sea copiada, tiene alguna relación.
- ¿ERES DROGADICTO? – preguntó asustado.
- NO, IMBÉCIL, CLARO QUE NO LO SOY- respondí airadamente- pero lo de solo sí.
- ¿Y misantrópico?
- A ratos. Tú sabes que mi irreverencia y mis burlas a las teleseries, además de otras cosas, son signos de misantropía, no muy marcada, pero es algo.
- Mmm… puede ser… ¿Deseas morir?
- NO IDIOTA, ni se te ocurra.
- Jaja, son sólo bromas… ¿Y qué hay con lo de misantropía y soledad?

Me tome un rato en responder mientras me rascaba la nuca luego de tenerla varios minutos apoyada contra el tronco del árbol.

- Que a pesar de elegir esto, no quiero ser un miserable tratando mal a los demás… sabes a lo que me refiero.
- Lo sé. Sé que tus ex compañeros de colegio quieren hacer una junta y que no tienes ninguna intención de ir.
- Sí.
- Bueno, ya estás tratándolos mal.
- Si sé… pero es que ya me dan lo mismo. Se que es feo decir esto, pero igual aunque es típico de la edad, eran más burlescos, inmaduros, que hablaban puras tonteras y eran muy hedonistas.
- ¿No crees que lo de hedonista es mucho?- me preguntó con algo de inquietud.
- Puede ser… pero creo que entiendes a lo que me refiero. Ya el contacto con ellos se perdió, no me interesa reunirme con ellos.

Él demoró en responder.

- Mmm… y aunque esto pasó con ellos, no quieres que vuelva a pasar.
- No quiero que vuelva a pasar. Porque ahora la gente cercana a mí, aunque yo no aporto mucho a aumentar esa cercanía, no es así. Es más reflexiva, más empática y no habla todo el tiempo tonteras. Si, son burlescos… pero no crueles.
- ¿Entonces consideras que cuando ya saltes a la próxima etapa de tu vida no se merecen el trato que le estas dando a los otros?
- Eso mismo… pero ya elegí la soledad. Y creo que con ellos pasará lo mismo, aunque trate de evitarlo.
- Tú y tu soledad. Creo que entiendo tus cuestionamientos.
- Sí.

Tomé algo de tiempo para volver a rascarme la nuca.

- No soy capaz de rodearme de gente. Y de las pocas personas con las que me rodeo, siento que es poco.
- A veces la soledad te agobia pero no puedes dejarla… entonces busca más compañía de la que tienes, así de simple.
- La compañía me genera rechazo, ya te lo dije. La soledad no… pero a veces me agobia. Y a pesar de eso… aunque a veces me agobia, no puedo dejarla…

Interrumpí un poco mi charla, para relajarme un poco.

- … y por eso, porque no puedo dejarla, con la gente de ahora pasará lo mismo de siempre. Y me siento miserable porque no se merecen eso.

Él no respondió… estaba tan atento a su futura respuesta que no me había dado cuenta de que ya mi alucinación había finalizado. Ya el sol estaba a medio esconderse, por lo que decidí levantarme del árbol y regresar a mi hogar.





... VMBRA...

viernes, 27 de febrero de 2009

...

...

no siempre se tiene lo que se quiere...

...

miércoles, 18 de febrero de 2009

Inocencia...


Hace suficiente calor para que todos debamos estrujar el cuello de nuestras poleras sobre nuestros propios cuerpos, para que de esa forma, aunque no sirva de mucho, podamos paliar en algo la aridez de este día de verano. Ojala hubiese aire acondicionado en el vehículo, y por desgracia la tierra suelta nos impide poder tener las ventanas abiertas para que entre algo de viento, menos con los escombros que hay en estos remanentes caminos. También desearía que la suspensión del vehículo fuera mejor, pero meses y meses manejándolo me han acostumbrado a sus saltos violentos, más en estos remanentes caminos llenos de agujeros y obstáculos.

Hace mucho tiempo que no veo una cara nueva, por un lado es mejor que sea así, porque si hubiera alguien más tendríamos que aprisionarnos más en el vehiculo, y sufriríamos más con el calor.

El reloj corre y corre, cada vez se nos hace más difícil encontrar víveres y recursos necesarios para tener algo de comodidad. El viejo supermercado que semana a semana debemos saquear se llena cada vez más de tierra y suciedad, y sus alimentos se van acabando. Ya no importan las fechas de vencimiento que llevan rotuladas, pero luego tendremos que ir a buscar otro lugar para obtener algo de comida. Me pregunto como lo haremos cuando se acabe el combustible en todas las bencineras.

Ya casi se me ha olvidado hace cuanto tiempo ocurrió todo, sólo recuerdo aquel momento. Primero un ruido ensordecedor similar a sirenas, gritos desesperados de todo el mundo.

Y luego el infierno.

Por alguna razón decidí no salir afuera de mi puerta, me encerré en el baño de mi hogar y me senté en un rincón de él, acurrucado, asustado, rogando que pasara.

Después llegó el silencio.

Atemorizado, salí del baño, y al abrir la puerta encontré mi casa destruida, y así cada una de las casas de mi barrio, y así todo el barrio hasta caer en cuenta de que toda la ciudad había desaparecido. Vestigios de pequeñas casas y grandes edificios me hacían preguntarme que había pasado.

No había nadie

Todo estaba destruido. Había fuego por todos lados.

Estaba solo

Lejos de mi casa encontré la camioneta que ahora conduzco. Con horror vi que dentro de ella había un hombre mutilado, La sola expresión de su rostro me causaba pánico y por un momento me sentí aliviado de no ver lo que él vio. La cogí y comencé a conducirla. Durante semanas solo, dedicándome sólo a buscar comida, y si había alguien más. Poco a poco fueron apareciendo, hasta que ahora somos solo trece personas. En muchos meses, casi un año, he visto a sólo doce personas, el resto... cadáveres.
Hoy conduzco, y miro por los espejos sus rostros, 5 hombres y 8 mujeres. 10 adultos, 2 adolescentes y un niño. En todos veo un rostro de angustia, de desesperación, de soledad, de no saber que hacer. Siento que cada uno de ellos se hace la misma pregunta que yo me hago. Pero veo que la desesperación los sobrepasa; a algunos de ellos se les escapa alguna lágrima de vez en cuando, tratando de esa forma aliviar en algo la pesada carga que sus almas acarrean.

Veo en cada rostro de ellos sufrimiento, proyectos truncados, planes frustrados, objetivos destruidos, metas hechas polvo e ideales que sólo han quedado en una ilusión imposible de lograr. Veo la soledad que no es capaz de disiparse en cada uno de ellos, veo en muchos de ellos una sensación de estar entregados a la suerte de su destino, que ya nada depende de ellos mismos.

Y cuando me veo a mi mismo, cuando veo mis propios ojos por el espejo retrovisor, veo una mirada cansada, pero veo una mirada que aún conserva algunas metas, metas que nunca pensé que podrían llevarse a cabo.

Pero también veo otras cosas que también veo en el rostro de los demás, veo la tristeza tan clara como si estuviese grabada a fuego en mi alma, veo la soledad más fuerte como nunca antes la había visto, como si estuviera solo en la camioneta, sin nadie. Creo que todos sienten lo mismo, pero creo también que los demás no saben afrontarla, y que tendré que enseñarles a hacerlo.

Aunque siempre enfrenté la soledad, desearía estar como antes: en soledad... pero nunca tanto.

Llegamos a nuestro destino final del día, a nuestro refugio.

Todos nos bajamos de la camioneta y fuimos caminando lentamente al pequeño hostal en donde nos refugiamos de posibles peligros, ya sea animales o alguna cosa que haya provocado esto. Me aprestaba a entrar cuando la menor de nosotros, una niña de cinco años, me toma de la mano y con la inocencia y la sonrisa de su edad me habla.

- ¿Qué haremos?

Dudé unos momentos, como si mi mente estuviese sacando de un baúl antiguo los recuerdos de una vida pasada, algo que pudiera darle tranquilidad a quizá la única persona que podría cobijar algo de alegría en su corazón. En estos momentos desearía tener la inocencia de un niño.

Luego de algunos segundos, mi mente encontró la mejor respuesta que le hubiese podido dar.

- Iremos a comer, y después comenzaremos a decorar esta casa, que está un poquito fea ¿Te parece?- le dije, tratando de imprimir en mi rostro y voz la mayor tranquilidad posible, a la vez que intenté sonreír amablemente.

La niña también sonrió, como si ella misma quisiera ser parte de aquella decoración.

- ¡Ya! - dijo con el entusiasmo de un niño con un nuevo juguete. En eso entró al hostal con la emoción de probar algo para comer.

En aquel momento se me ocurrió mirar al resto de las personas. Por primera vez vi en ellos una tenue sonrisa, como si envidiaran sanamente aquella inocencia, que hace mucho tiempo deseamos poseer, quizá para intentar escapar de la realidad.

Todos entraron, menos yo, que caminé hacia afuera, hacia una enorme pieza de concreto, de algún edificio destruido. A lo lejos la cordillera se veía clara, pero sin nieve. Fue en ese momento, al sentarme, en donde la angustia comenzó a atacarme cruel y despiadadamente.

Obligándome, por primera vez en mucho tiempo, a derramar lágrimas que lavaran el polvo de mi rostro.

Hace mucho tiempo que no lavaba mi rostro…

miércoles, 21 de enero de 2009

Peregrinación...


Peregrinando hacia el templo de la soledad

En busca de respuestas a todas las preguntas
Y en busca de preguntas para todas las respuestas

Cuando regrese…
Quizás algunas cosas sean diferentes…

Bien dicho
Quizás



vmbra...

miércoles, 7 de enero de 2009

El Asesino de Ilusiones (Autorretrato)


Una pequeña transformación que probablemente pudo ser el último eslabón de un proceso de maduración… un poco particular. Formas de defenderse de la realidad que muchos podrían reprocharme pero que son vitales en mi retorcida mente, que se ha convertido en una fábrica de respuestas a prueba de todo, de creencias y verdades. Una especie de animadversión a las respuestas fáciles y un afán de no temerle a lo desconocido terminan por convertir a cualquier individuo en un sujeto huraño y a veces brutalmente sincero, que podría perturbar a alguien cuya mente solo sabe de confusiones.

Una maduración que, por un lado convierte a uno en alguien que sabe que hasta lo más increíble y lo más sencillo tiene una respuesta, pero que no podrá saberlas todas aunque viva mil años. Pero esta maduración particular responde a un grave defecto que convierte a uno, a pesar de verse completo, en un lisiado. Una tremenda incapacidad para conectarse con el mundo, y por ende también una apatía por hacerlo, que probablemente fue adquirida durante el transcurso de su vida. Aquí uno cae en un círculo vicioso del cuál no ha podido salir, y que probablemente no saldrá… apatía que recibe cualquier nuevo camino con un rechazo y que genera un desencadenamiento de esta fábrica de respuestas a prueba de todo, que a pesar de mantener cualquier conflicto artificialmente alejado (aunque pragmáticamente hablando funciona), termina por conservar, y a veces acrecienta, este defecto al eliminar cualquier posibilidad de tomar un nuevo camino. Después de todo esta fábrica de respuestas a prueba de todo hacen de uno un asesino de ilusiones, que aleja de él cualquier posibilidad (desde el punto de vista de la mayoría de las personas) de tomar un nuevo camino que pueda ser una cosecha de nuevas alegrías. Esta fábrica termina por mantener esa incapacidad de conectarse con el mundo.

Es ahora donde la fábrica de respuestas a prueba de todo encuentra una razón para justificar su existencia. La capacidad de encontrar respuestas a prueba de todo permite a uno ser un pilar para cualquiera que pueda encontrarse en su feble camino, dejando su legado en otros y encontrando una trascendencia más allá de uno mismo. Ahora bien esta fortaleza que puede exportar al mundo encuentra la génesis de su existencia en otra falla generada por la falla original y antes mencionada, el miedo de uno al arrepentimiento del destino elegido en lugar del que la mayoría elige seguir. Es en este momento donde esta fábrica de respuestas encuentra una razón para que uno no se arrepienta de la vida elegida.

Al final la ecuación puede escribirse de forma más sencilla, en un lado está la fortaleza que uno puede dar a aquellos que se encuentren en su camino y la capacidad de encontrar respuesta en las cosas más increíbles y extrañas hasta las más sencillas. En el otro lado está el miedo al arrepentimiento y la incapacidad de conectarse con el mundo. Teniendo como incógnita, y como ente capaz de equilibrar o desequilibrar esta ecuación, a la fábrica de respuestas, la que termina de darle a esta ecuación el nombre de asesino de ilusiones.



... Vmbra...