La noche cae lenta e ineludible ante los ojos de todos los presentes en aquel lugar. A lo lejos, pequeños incendios se manifiestan en diversos lugares de aquel complejo de edificios que comienzan a teñirse de color noche, mientras los prados internos lentamente empiezan a perder el brillo del día. No hay estrellas que impacientes enciendan su luz, en su lugar hay oscuras y tenebrosas nubes que auguran un inminente temporal, el cual ya lentamente deja caer sus primeras gotas, que llegan purificadoras luego de un funesto y largo día teñido de fuego y muerte.
A las afueras de una puerta de madera y bajo un pequeño cobertizo hay unos individuos, sus ojos reflejan cansancio, deseosos de poder tenderse sobre sus colchones y olvidar lo que han vivido; excepto uno, quien ya no tendrá la oportunidad de olvidar, y no tendrá la oportunidad de tenderse sobre su cama una vez más. Su expresión refleja una resignación que no todos podrían construir y que ha podido elaborar gracias a su constante enfrentamiento ante este fin de oportunidades. Sabía que el debería sacrificar sus oportunidades, para permitirle al resto conservar las suyas. Mientras los observaba a cada uno de ellos, él esbozó una pequeña sonrisa.
- Creo que ha llegado la hora de despedirnos- dijo con voz baja, mientras los demás lo observaban con tristeza.
Cada uno de ellos se despidió de él, deseándole suerte en su campaña, y agradeciéndole a él ese gesto, que a pesar de que él era el único capaz de hacerlo, era digno de conservar en el recuerdo. Sin embargo, él se detuvo ante ella, la última de todos los demás. Mantenía la cabeza gacha, tratando de calmarse y tratando de evitar nuevas angustias… pero era inevitable.
Él se paró frente a ella, y con su mano le tomó el mentón, levantándole la cabeza lentamente, pero ella mantenía la mirada hacia abajo.
- ¿No vas a decir nada?- dijo él.
Ella no respondió. Sus brazos estaban entrecruzados y su nerviosismo era progresivo como la lluvia, que lentamente se dejaba caer con toda su furia y su cruel sentido de la ironía.
- Oye- dijo con voz baja y acercándose a su rostro – Quizá no quieras decir nada, pero por lo menos podrías mirar.
Ella pareció dudar, pero luego de unos segundos lentamente comenzó a elevar la mirada hasta encontrar la de él. Aunque sabía que se encontraría con una mirada de negación, él no pudo evitar sentir una enorme frustración y pena. Por su mente pasaron todas aquellas cosas que en el pasado no hizo y que no pudo hacer. Todas aquellas cosas que debió dejar de hacer y todas aquellas cosas de las cuales debía privarse. Imaginó lo que hubiese pasado si las cosas fueran distintas y por un momento su mente se liberó de las tristezas, imaginó una oportunidad de olvidar este día y de poder disfrutar de las cosas que todo el mundo disfruta. Pero esas tristezas volvieron a inundar su corazón cuando volvió a ver aquella mirada llena de angustia y al borde de las lágrimas.
- A mí también me hubiese gustado que todo fuese distinto – dijo en voz baja-… que no hubiese tenido que esperar a este día, menos que hubiese existido. Pero ya no hay algo que podamos hacer...
Se detuvo un momento.
- … de verdad me hubiese gustado estar contigo… - dijo mientras volvía a acariciarle el mentón.
Ella no respondió. Volvió a agachar la cabeza y se veía cada vez más tensa mientras la lluvia se convertía en diluvio. Él pensó que no haría nada y que se quedaría quieta del nerviosismo. En el fondo esperaba que ella pudiera sonreír algo a pesar de su dolor.
- Sé que…
Su voz se vio ahogada con aquel repentino quiebre, ella se abalanzó sobre él abrazándolo con fuerza. Él también la abrazó con fuerza, dejando que ella apoyara su rostro contra su pecho. De pronto él se dio cuenta de que su ropa se mojaba con algo que no eran gotas de lluvia.
- Abrázame- susurró ella con la voz quebrada, mientras buscaba refugiarse en el sobretodo de él por culpa del incipiente frío.
Una extraña paz invadió el alma de él.
- No tienes que hacer esto- Dijo ella rogándole que se detuviera.
Aquella paz desapareció en él. Sus ojos lentamente se volvieron brillantes y colorados mientras besaba y acariciaba su pelo.
- Alguien tiene que hacerlo- dijo con amargura.
- ¡Que lo hagan los refuerzos que dijiste que vienen!- dijo exclamando- ya has hecho mucho, no tienes que hacerlo ¡No!
Una lágrima cayo en el cabello de ella, mientras él trataba de hablar sin que su voz se apagara.
- No llegarán a tiempo… están muy lejos, y si yo no soy el que los detiene… mucha gente sufrirá- dijo mientras cerraba los ojos y la abrazaba con toda su fuerza, tratando de que ella se calmara.
- No lo hagas por favor… te necesito- dijo ella sollozando, con la angustia desbordándola.
Aquellas palabras fueron duros golpes en su alma. En aquel momento deseó con toda su alma poder cumplir con el anhelo de ella, pero la realidad estaba tan patente en él que aquella ilusión duró muy poco.
- Te amo- fue lo único que atinó a decir en ese momento, antes de que ella tomara su rostro con ambas manos. Pudieron verse mutuamente, ambos, con los ojos rojos e inyectados de lágrimas, antes de que volvieran a cerrarlos esta vez de más cerca y unidos en un beso.
La lluvia se convertía en tormenta, una puesta escénica digna de un final despiadadamente real. Los truenos parecían contrastar con el deseo de ambos y la oscuridad de la noche era total. Los demás parecían compartir esa angustia al ver ese desenlace que nadie hubiese querido vivir ni desear para alguien.
Ella volvió a apoyar su cabeza contra el pecho de él, el único lugar donde podía esconderse del frío del ambiente.
- ¿Por qué tuvo que pasar esto?- decía ya más calmada, pero con la voz débil del sufrimiento.
Él trató de decir algo que la reconfortara.
- Quizá… si no hubiese sido así, nunca te habría dicho todo lo que siento, y me hubiese llevado todo en el silencio- dijo con la esperanza de que fuera la respuesta correcta.
De pronto una explosión lejana pareció despertarlo. Ya era hora. Él deseó que ese momento nunca llegara, pero las campanas de fuego ya habían sonado, era el momento de aquella despedida.
- Debo irme… - dijo con un nudo en la garganta. Apenas dejó de pronunciar esa última palabra sintió como ella aplicaba más fuerza en retenerlo.
- No lo hagas… por favor, no vayas- rogaba ella, evitando que se soltara.
La tensión nuevamente subió en todos los presentes. Los relámpagos eran cada vez más frecuentes y las gotas de lluvia se volvían pesadas y hacían gran ruido en el techo del cobertizo. Ya la oscuridad de la noche era total y sólo una tenue luz de ampolleta iluminaba el ambiente, dándole un toque sombrío y funerario.
Él dejó de abrazarla y tomó el rostro de ella con ambas manos y limpiándole sus lágrimas.
- Cuídate mucho- le dijo en voz baja antes de darle un último beso. Ella no quería dejar de abrazarlo.
- No lo hagas, por favor… no lo hagas- le rogaba ella desesperadamente, tratando de evitar que se fuera- ¡Tiene que haber otra solución! ¡Tiene que haberla!
La tormenta le daba un realce a ratos espeluznante a las escenas dramáticas que se vivían bajo el cobertizo. Ella no quería aceptar que ya no había más opción, que él tenía que permitirle a ella y a los demás que pudieran tener nuevas oportunidades, a cambio de que él perdiera las suyas.
Volvieron a abrazarse, esta vez con más ahínco.
- Fui una tonta… perdóname.
Él se extrañó con sus palabras, esperaba que dijera frases que le rogaran no cumplir con su destino, pero se encontró con algo inesperado.
- ¿P… por qué?- preguntó intrigado.
Ella apoyó sus manos sobre el pecho de él.
- Porque en todo este tiempo, no quise reconocer esto… tenía miedo, no sé a que… pero la sola idea de aceptarlo me asustaba… quizá, si no hubiese tenido tanto miedo, todo habría sido mejor- dijo con mucha dificultad, entre sollozos.
En aquel momento volvieron a fluir ideas sobre un desenlace alternativo al real, en donde nadie tuviese que terminar en aquel momento, en donde la despedida de aquel día no fuera entre lágrimas sino entre sonrisas. Nuevamente una pequeña explosión aterrizó a ambos.
- Ya no importa eso… por más que queramos, no podremos volver sobre nuestros pasos. Ya no pienses en lo que pudiste haber hecho, porque más mal te sentirás- le decía el acariciándole su cabello.
Nuevamente dejó de abrazarla… y ella sintió que una oleada de resignación le invadía su cuerpo.
- Esto lo hago por todos ustedes… y por ti.
Un último beso, dentro de muchos.
- Te amo- dijo ella con voz ya débil, recibiendo la misma respuesta de él…
- Adiós- fue la última palabra.
Lentamente el se dio vuelta y enfiló hacia su destino, mientras ella era contenida por los demás en un intento desesperado por impedir el desenlace inminente, pero él ya había partido, desapareciendo poco a poco de la mirada de todos, y de ella, que estalló en llanto ante una furibunda tormenta.
A lo lejos, él dejaba caer sus últimas lágrimas, que se confundían con las gotas de lluvia que mojaban todas sus ropas, mientras cargaba la única arma que llevaba… aquella que sería la salvación de los demás, y el final de él.
A las afueras de una puerta de madera y bajo un pequeño cobertizo hay unos individuos, sus ojos reflejan cansancio, deseosos de poder tenderse sobre sus colchones y olvidar lo que han vivido; excepto uno, quien ya no tendrá la oportunidad de olvidar, y no tendrá la oportunidad de tenderse sobre su cama una vez más. Su expresión refleja una resignación que no todos podrían construir y que ha podido elaborar gracias a su constante enfrentamiento ante este fin de oportunidades. Sabía que el debería sacrificar sus oportunidades, para permitirle al resto conservar las suyas. Mientras los observaba a cada uno de ellos, él esbozó una pequeña sonrisa.
- Creo que ha llegado la hora de despedirnos- dijo con voz baja, mientras los demás lo observaban con tristeza.
Cada uno de ellos se despidió de él, deseándole suerte en su campaña, y agradeciéndole a él ese gesto, que a pesar de que él era el único capaz de hacerlo, era digno de conservar en el recuerdo. Sin embargo, él se detuvo ante ella, la última de todos los demás. Mantenía la cabeza gacha, tratando de calmarse y tratando de evitar nuevas angustias… pero era inevitable.
Él se paró frente a ella, y con su mano le tomó el mentón, levantándole la cabeza lentamente, pero ella mantenía la mirada hacia abajo.
- ¿No vas a decir nada?- dijo él.
Ella no respondió. Sus brazos estaban entrecruzados y su nerviosismo era progresivo como la lluvia, que lentamente se dejaba caer con toda su furia y su cruel sentido de la ironía.
- Oye- dijo con voz baja y acercándose a su rostro – Quizá no quieras decir nada, pero por lo menos podrías mirar.
Ella pareció dudar, pero luego de unos segundos lentamente comenzó a elevar la mirada hasta encontrar la de él. Aunque sabía que se encontraría con una mirada de negación, él no pudo evitar sentir una enorme frustración y pena. Por su mente pasaron todas aquellas cosas que en el pasado no hizo y que no pudo hacer. Todas aquellas cosas que debió dejar de hacer y todas aquellas cosas de las cuales debía privarse. Imaginó lo que hubiese pasado si las cosas fueran distintas y por un momento su mente se liberó de las tristezas, imaginó una oportunidad de olvidar este día y de poder disfrutar de las cosas que todo el mundo disfruta. Pero esas tristezas volvieron a inundar su corazón cuando volvió a ver aquella mirada llena de angustia y al borde de las lágrimas.
- A mí también me hubiese gustado que todo fuese distinto – dijo en voz baja-… que no hubiese tenido que esperar a este día, menos que hubiese existido. Pero ya no hay algo que podamos hacer...
Se detuvo un momento.
- … de verdad me hubiese gustado estar contigo… - dijo mientras volvía a acariciarle el mentón.
Ella no respondió. Volvió a agachar la cabeza y se veía cada vez más tensa mientras la lluvia se convertía en diluvio. Él pensó que no haría nada y que se quedaría quieta del nerviosismo. En el fondo esperaba que ella pudiera sonreír algo a pesar de su dolor.
- Sé que…
Su voz se vio ahogada con aquel repentino quiebre, ella se abalanzó sobre él abrazándolo con fuerza. Él también la abrazó con fuerza, dejando que ella apoyara su rostro contra su pecho. De pronto él se dio cuenta de que su ropa se mojaba con algo que no eran gotas de lluvia.
- Abrázame- susurró ella con la voz quebrada, mientras buscaba refugiarse en el sobretodo de él por culpa del incipiente frío.
Una extraña paz invadió el alma de él.
- No tienes que hacer esto- Dijo ella rogándole que se detuviera.
Aquella paz desapareció en él. Sus ojos lentamente se volvieron brillantes y colorados mientras besaba y acariciaba su pelo.
- Alguien tiene que hacerlo- dijo con amargura.
- ¡Que lo hagan los refuerzos que dijiste que vienen!- dijo exclamando- ya has hecho mucho, no tienes que hacerlo ¡No!
Una lágrima cayo en el cabello de ella, mientras él trataba de hablar sin que su voz se apagara.
- No llegarán a tiempo… están muy lejos, y si yo no soy el que los detiene… mucha gente sufrirá- dijo mientras cerraba los ojos y la abrazaba con toda su fuerza, tratando de que ella se calmara.
- No lo hagas por favor… te necesito- dijo ella sollozando, con la angustia desbordándola.
Aquellas palabras fueron duros golpes en su alma. En aquel momento deseó con toda su alma poder cumplir con el anhelo de ella, pero la realidad estaba tan patente en él que aquella ilusión duró muy poco.
- Te amo- fue lo único que atinó a decir en ese momento, antes de que ella tomara su rostro con ambas manos. Pudieron verse mutuamente, ambos, con los ojos rojos e inyectados de lágrimas, antes de que volvieran a cerrarlos esta vez de más cerca y unidos en un beso.
La lluvia se convertía en tormenta, una puesta escénica digna de un final despiadadamente real. Los truenos parecían contrastar con el deseo de ambos y la oscuridad de la noche era total. Los demás parecían compartir esa angustia al ver ese desenlace que nadie hubiese querido vivir ni desear para alguien.
Ella volvió a apoyar su cabeza contra el pecho de él, el único lugar donde podía esconderse del frío del ambiente.
- ¿Por qué tuvo que pasar esto?- decía ya más calmada, pero con la voz débil del sufrimiento.
Él trató de decir algo que la reconfortara.
- Quizá… si no hubiese sido así, nunca te habría dicho todo lo que siento, y me hubiese llevado todo en el silencio- dijo con la esperanza de que fuera la respuesta correcta.
De pronto una explosión lejana pareció despertarlo. Ya era hora. Él deseó que ese momento nunca llegara, pero las campanas de fuego ya habían sonado, era el momento de aquella despedida.
- Debo irme… - dijo con un nudo en la garganta. Apenas dejó de pronunciar esa última palabra sintió como ella aplicaba más fuerza en retenerlo.
- No lo hagas… por favor, no vayas- rogaba ella, evitando que se soltara.
La tensión nuevamente subió en todos los presentes. Los relámpagos eran cada vez más frecuentes y las gotas de lluvia se volvían pesadas y hacían gran ruido en el techo del cobertizo. Ya la oscuridad de la noche era total y sólo una tenue luz de ampolleta iluminaba el ambiente, dándole un toque sombrío y funerario.
Él dejó de abrazarla y tomó el rostro de ella con ambas manos y limpiándole sus lágrimas.
- Cuídate mucho- le dijo en voz baja antes de darle un último beso. Ella no quería dejar de abrazarlo.
- No lo hagas, por favor… no lo hagas- le rogaba ella desesperadamente, tratando de evitar que se fuera- ¡Tiene que haber otra solución! ¡Tiene que haberla!
La tormenta le daba un realce a ratos espeluznante a las escenas dramáticas que se vivían bajo el cobertizo. Ella no quería aceptar que ya no había más opción, que él tenía que permitirle a ella y a los demás que pudieran tener nuevas oportunidades, a cambio de que él perdiera las suyas.
Volvieron a abrazarse, esta vez con más ahínco.
- Fui una tonta… perdóname.
Él se extrañó con sus palabras, esperaba que dijera frases que le rogaran no cumplir con su destino, pero se encontró con algo inesperado.
- ¿P… por qué?- preguntó intrigado.
Ella apoyó sus manos sobre el pecho de él.
- Porque en todo este tiempo, no quise reconocer esto… tenía miedo, no sé a que… pero la sola idea de aceptarlo me asustaba… quizá, si no hubiese tenido tanto miedo, todo habría sido mejor- dijo con mucha dificultad, entre sollozos.
En aquel momento volvieron a fluir ideas sobre un desenlace alternativo al real, en donde nadie tuviese que terminar en aquel momento, en donde la despedida de aquel día no fuera entre lágrimas sino entre sonrisas. Nuevamente una pequeña explosión aterrizó a ambos.
- Ya no importa eso… por más que queramos, no podremos volver sobre nuestros pasos. Ya no pienses en lo que pudiste haber hecho, porque más mal te sentirás- le decía el acariciándole su cabello.
Nuevamente dejó de abrazarla… y ella sintió que una oleada de resignación le invadía su cuerpo.
- Esto lo hago por todos ustedes… y por ti.
Un último beso, dentro de muchos.
- Te amo- dijo ella con voz ya débil, recibiendo la misma respuesta de él…
- Adiós- fue la última palabra.
Lentamente el se dio vuelta y enfiló hacia su destino, mientras ella era contenida por los demás en un intento desesperado por impedir el desenlace inminente, pero él ya había partido, desapareciendo poco a poco de la mirada de todos, y de ella, que estalló en llanto ante una furibunda tormenta.
A lo lejos, él dejaba caer sus últimas lágrimas, que se confundían con las gotas de lluvia que mojaban todas sus ropas, mientras cargaba la única arma que llevaba… aquella que sería la salvación de los demás, y el final de él.
... Vmbra...
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